martes, 22 de abril de 2014

Mindy's Love

FRAGMETO DEL PRIMER CAPITULO DE UNA NUEVA NOVELA QUE RECIEN COMIENZA. BOCETO SUJETO A MODIFICACIONES GRAMATICALES.

Pero no fue eso la gota que hizo que me enojara del todo. Pasada la una de la mañana del viernes me encontraba entre dormido en mi cama, todavía vestido y con la televisión encendida en volumen cero cuando la pared del respaldo comenzó a sonar, pequeños golpecitos, como martillazos pero demasiado bajo, nadie colgaría un cuadro a esa altura. Creía estar soñando, pero golpes más fuertes y más continuados me estremecieron al punto de hacerme saltar literalmente del colchón. Agudicé mis oídos para comprobar que sí, efectivamente alguien había del otro lado de la pared golpeándola. Afiné mejor mi concentración, inclusive me arrimé sin hacer ruido a la pared y apoyé la oreja en ella. Del otro lado se escuchaban los jadeos de un hombre. Los golpes en la pared culminaron al mismo tiempo que una mujer gemía largo, fuerte y tendido.
Pensé en golpearles la pared y gritarles que se fueran a un hotel, pero estaban en su casa, podían hacer lo que quisieran. Se me cruzó por la cabeza ir hasta la casa vecina, tocar el timbre y plantearle el problema de forma educada, ¨disculpen, pero los sonidos de sus manifestaciones románticas me impiden dormir con normalidad, agradecería, de ser posible, que sean un poco menos apasionados¨. Estaba colocándome el calzado, decidido a ir, pero había varias opciones, una y concreta era que el hombre me cagara a trompadas, otra era que la mujer se ofendiera y me denunciara por acoso y pervertido, a fin de cuentas yo estaba pegado a la pared oyéndolos. Lo que realmente me impidió realizar en persona la queja fue que mi vecina era una conocida de toda la vida, y toda la vida es toda la vida, al menos de ella.
Mindy. Le decían Mindy por un dibujito animado de una nena que tenía un perro y hacía líos por todo el barrio. Era cinco años menor que yo, lo sé con certeza porque nuestros padres eran muy amigos, además cumplimos los años en el mismo mes. Cuando yo jugaba a la pelota en la esquina con otros chicos ella y el resto de las chicas se sentaban en el cordón a mirar. Las más grandes miraban a los chicos, y las nenas como ella solo peinaban a sus muñecas y hablaban de ser madres en un futuro.



Ella vivía sola en la casa de al lado, su casa de siempre. Sus padres, cuando ella tenía diecinueve años tuvieron un accidente automovilístico en la ruta que involucró a un camión, un colectivo de larga distancia y cuatro autos. El saldo fue trágico, once muertos, entre ellos sus padres, y varios heridos. Su padre murió instantáneamente dijeron los doctores, su madre por el contrario, debió ser internada en un grave estado, pero no sobrevivió, falleció a la semana en la clínica.
Recuerdo que fuimos al velorio con mi papá, mi mamá por ese entonces ya se encontraba viviendo en España. Todo el barrio le daba sus condolencias y el pésame, como si sirviera de algo. Su tía, la hermana de su madre, era la única en el velorio que lloraba. Mindy estaba sentada en un rincón, seria, pero cuando alguien se acercaba a saludarla ella obsequiaba un sonrisa forzada, y terminaba ella consolando al invitado. Ella ni siquiera vestía de negro y comía los alfajores que el servicio del velatorio había preparado. Se puso de pie y caminó hasta una mesa en busca de una taza de café y recién en ese momento sentí las ganas de ir a saludarla.
-          No sé qué decir – le dije – Así que prefiero mantener el silencio.
Ella sonrió por primera vez en el día sin forzar la risa. Sus ojos se encendieron e inclinó su cabeza para un lado.
-          Gracias – me dijo en voz muy suave y dulce.
Me sentí bien conmigo mismo, si querer estaba siendo el único que le había dicho algo que la ayudara. Ella con sus dos manos sujetó las mías y volvió a agradecerme.
-          Lo estás tomando bien – le dije muy suelto.
Su rostro se endureció. Sus manos me soltaron. Sus ojos se llenaron de lágrimas y se apagaron. Sus labios comenzaron a temblar.
-          ¿Te parece? – dijo en voz alta y cortante. Se dio media vuelta y se fue.
Luego de eso estuvo un tiempo sin siquiera saludarme. La cruzaba por la calle y nada. Si coincidíamos en el quiosco o el mercado no me levantaba la vista, raro en ella que siempre fue muy educada y simpática. Supuse que mis palabras la lastimaron, y pensando en frío es lógico que una adolescente que no llora la muerte de sus padres es porque no se está tomando el tema demasiado bien.
María Martina de los Milagros Lavrov era su nombre completo. Mindy para los amigos. Mindy para el barrio. Mindy para todo el mundo.
Me desvestí y me acosté como corresponde. La noche estaba silenciosa y mientras recordaba con cierta vergüenza mis fallidas palabras en el velorio de sus padres el sonido en la pared comenzó nuevamente. Los jadeos masculinos eran tapados con creces por los gemidos desmedidos de Mindy.

Sonreí por no pegarme un tiro. Reposé mis manos sobre el estómago y mirando el techo sin ningún tipo de excitación murmuré ¨que pendeja hija de mil puta¨.


No hay comentarios:

Publicar un comentario