Aquí la maqueta de uno de los capítulos de la biografía de Rocker.
MISTER ZOLOFT
Malherido abandonó su
cabaña, él siempre hace eso, es nómade, vive un poco en el sur, se traslada al
centro, vende artesanías en el norte, cruza el charco, vuelve al sur y comienza
de cero. Generalmente lo hace cuando su paradero se conoce, no son pocos los
seguidores que tiene, y que al descubrir donde vive realizan largas
peregrinaciones en busca de su palabra. Malherido los recibe en un principio
sin problemas, porque son pocos, pero cuando el rumor se propaga, y el boca en
boca delata las coordenadas exactas de su cabaña, no tiene más remedio que
emigrar a nuevos horizontes, no sin antes incendiar las maderas, que no quede
rastro de su paso por allí.
La gente lo que ve
como un profeta, una especie de Juan el Bautista del nuevo siglo, la segunda
venida de Jesús. Malherido se atraganta con su propia risa y tose cuando se le
comenta esta última teoría. Uno de sus seguidores debe golpearle la espalda para
evitar la muerte por asfixia.
Recuerda un peregrino:
“Una vez nos llegó el comentario de que estaba haciendo base en las selvas de
Misiones, nos juntamos con los chicos, cargamos las mochilas y salimos en el
Fiat 600. Era un autito lindo pero le fundimos el motor a mitad de camino, así
que lo dejamos tirado en la ruta y seguimos a pie, tardamos como veinte días en
llegar, y lo hicimos tarde, cuando llegamos todavía había fuego y las
autoridades buscaban a un loco que gusta incendiar parques por todo el país”.
Eso es un secreto a
voces dentro del estado nacional. Si hay fuego en una selva, parque, montaña, cerro,
todos saben que se trata del Malherido, pero hay orden precisa por los
servicios de inteligencia para que la información sea de otro calibre, que no
se mencione la existencia de un demente, le tienen miedo a un posible brote de
locos, que este Malherido se proclame como líder, y termine formando una secta,
grupo terrorista, partido político o algo al estilo de la Familia de Charles
Manson.
Recuerda el peregrino:
“En Jujuy nos recibió bien, ahí lo pudimos encontrar, tomamos terere con tortas
fritas y nos contó miles de anécdotas; pero nos tuvimos que escapar esa vez,
allá hace tanto calor que la cabaña se incendió por sí sola, casi nos morimos”.
Esta vez Malherido no
dejaría sin techo a su nuevo amigo Rocker. Le dio algunos consejos, que llegado
el caso, si quería hacerse pasar por él, no habría problemas.
Dijo Rocker: “Fue
amable, me dejó su casa y hasta su identidad, me acuerdo que me dijo que por
ahí caía una minita a reclamar la paternidad de trillizos, y me mostró donde
guardaba una escopeta de doble caño. Me dijo textual, si cae esa yegua acá
tenés la escopeta. No entendí muy bien eso, y no quise preguntar más, porque él
habla serio siempre, no se sabe cuando jode y cuando no, y a veces es mejor no
saber”.
Y así comenzó la
soledad de Rocker, lejos de todo se fue diagramando la resurrección casi por
decantación, quienes lo ven desde afuera ven en el Empresario al Ave Fénix, o
por qué no a otros ídolos como Maradona y Ortega, gente que cae solo para
levantarse, y que presa de un destino propio de dioses vuelven a caer, pero
claro, son héroes, y siempre se levantan. En eso estaba Rocker, por el suelo,
solo, arrastrándose como una serpiente, con culpa, sintiéndose lisa y
llanamente una escoria humana.
Confesó: “La verdad
que sí, uno en soledad reconoce sus errores, pero a veces pedir perdón no es
tan simple, además cuando el daño es tan grande un pedido de disculpas no sirve
de nada. Sobre mis espaldas tenía el fantasma de Ángela y todos los problemas
que le generé, la pelea con Vicky que había llegado a niveles de prácticamente
violencia de género, sabía que Lole y Bauer estaban decepcionados, mis ideas se
habían ido, la gente me había olvidado, de golpe me encontré sin nada, de golpe
no me tenía ni a mí mismo”.
Rocker repartía sus
días en la cabaña sin horarios. Se despertaba junto con el sol, caminaba por el
lugar, se hizo adicto al agua del lago. Por las tardes caminaba hasta el
pueblo, donde conoció a una psiquiatra que acababa de separarse de su marido,
mujer con la que mantuvo, por conveniencia, una relación carnal. Se sintió
usado, y en cierta forma, hasta pudo por primera vez en su vida ponerse en el
lugar del otro, en este caso de Ángela. La psiquiatra le daba, a cambio de
sexo, recetas y muestras de Zoloft.
Dijo Rocker: “Mientras
fumaba con tristeza pero satisfecho, y escuchaba el agua de la lluvia del baño
mientras la doctora se bañaba, supe por primera vez, que a lo mejor la
posibilidad de que Ángela nunca me haya querido existía”.
La culpa, la
desolación y la depresión de Rocker se agravaron. El Zoloft, lejos de ayudarlo
a encauzar su vida, solo lo hundía más y más. Llegó el momento en el que solo
vivía del agua del lago y de las pastillas. Su peso había descendido brusca y
considerablemente. Su pelo estaba largo y sucio. Pero para resucitar hay que
morir, y Rocker murió, no literalmente claro está, luego de tres días sin agua,
sin luz del sol, sin aire, solo recostado en la oscura Mad Room, solo él y el
Zoloft, solo él y sus alucinaciones y delirios, solo él.
Se pone serio: “Fue el
fondo, al menos hasta ese momento, porque en medio de la locura llegué a pensar
que todo eso era una prueba de Dios, algo que tenía que vencer por mis propios
medios, e inmerso en todo ese disparate místico empecé a escuchar trombones,
pensé que eran los jinetes del Apocalipsis, pero los jinetes tocan la trompeta,
no trombones. Yo no tenía casi fuerzas, la verdad es que me estaba muriendo y
yo lo sabía. En eso veo que la luz de la Luna ingresa por una ranura de la
cabaña y pensé listo, es la luz final del túnel, me voy a morir escuchando
trombones. Me puse de pie, me acuerdo que empecé a llorar, porque uno dice que
no le tiene miedo a la muerte, pero cuando uno se da cuenta que esos son los
últimos momentos… te la encargo, se me vino a la mente mi mamá, lloré mucho,
fue el final del pozo de la depresión. La melodía era pegadiza, así que empecé
a solfearla, como no tenía donde anotarla cerré los ojos y con la mano subía y
bajaba al compás de las notas. La, la, do, do, la, la, do, do, la, la, do, do,
la… así nació Punchi Blues”.
Ese día Rocker no
murió, por el contrario, haciendo un esfuerzo sobre humano memorizó la melodía
a la vez que encendía su computadora portátil, porque si mal no recordaba, en
ella había un programa de edición de música y videos, y si no se equivocaba el
software disponía de un teclado virtual desde el cual se podía componer.
Suerte para él que
tuvo razón. El programa era más completo de lo que recordaba, claro que no
sabía usarlo, pero no importó, compuso la melodía de lo que denominó “Punchi
Blues”, le agregó una simple armonía, se atrevió a componerle una línea de
bajo, una batería simple, coros góspel, así nació su primera canción.
El Empresario,
devenido en músico, llegó como pudo al pueblo, donde le pidió alimento a Don
Jacinto a cambio de trabajo, así se convirtió en el encargado de limpiar el bar
una vez que este cerrara sus puertas. Intensificó su relación con la psiquiatra
quien en su afán de vengarse de su ex no se privaba de nada y hasta accedió (o
exigió, esa parte de la historia no está muy clara) a hacer cosas nuevas,
experimentaciones grupales de todo tipo, no descartaron el sadomasoquismo ni
ningún otro tipo de humillaciones íntimas. A Rocker no le importaba nada de
eso. Él solo quería el Zoloft y el dinero de esa mujer, y la mujer solo quería
de Rocker un amante lejos del compromiso, y que mejor que este loco. Ambos
ganaban. Esta vez él no cometería el mismo error que con Ángela, y fue honesto
con ella.
-Me acuesto con vos
solamente por el Zoloft.
-Lo sé, y yo con vos
de bronca.
Cuentas claras
mantienen la amistad.
Rocker siguió
componiendo. Se hizo adicto al programa de la computadora. Soñaba melodías,
loops, y veía en cada cosa líneas melódicas que luego transcribía. En un
locutorio del pueblo, una tarde, sin previo aviso como solía trabajar su grupo,
lejos de los grandes anuncios y promociones, subió Punchi Blues al sistema
streaming, compartió el enlace a las redes de Vicky’s Books y regresó a su
cabaña.
Dijo Vicky: “Cuando
entré a la página y vi que Rocker había hecho una canción no lo pude creer, y
me la vi venir”.
Dijo Lole: “Hay
algunos artistas a los que se les perdona todo, hagan lo que hagan, y no tiene
que ver con la masividad ni nada de eso, hay personas a las que se las ama o se
las odia, sin ir más lejos, los ídolos de Rocker ingresan en esa categoría, tal
vez porque él forme parte de ese grupo. Las personas que lo aman lo van a amar
por siempre, y eso es un peligro. Cuando vi que Punchi Blues empezó a tener
éxito, y que las reproducciones se incrementaban, y que hasta había gente que
hacía covers acústicos del tema, supe que esto era una bomba que explotaba en
cualquier momento”.
Los comentarios del
paupérrimo estado de salud de Rocker llegaron a los oídos de sus compañeros, ex
amigos a esa altura, quienes por piedad, lástima y compasión viajar al sur para
tratar de rescatarlo.
Al llegar allí se
encontraron con un Rocker flaco, ojeroso, con el pelo largo y sucio, barbudo,
irreconocible. Hablaba delirios sin sentido.
Se lamenta Lole: “Me
dio pena, hasta me asusté, porque no es que deliraba en el sentido de pasar el
rato a modo de chiste, estaba delirando de verdad, realmente creía que era el
enviado, estaba convencido que veía duendes, y sus ganas de cometer un atentado
contra el Papa era ciertas, hasta tenía un planito dibujado en su cuaderno”.
Lole recuerda que
luego de ese primer reencuentro trató de contener el llanto, pero que al
quedarse en soledad ya no pudo, y cayó vencida sobre la cama del hotel a llorar
sin encontrar consuelo.
Dijo Braian Bauer: “Yo
no llegué al llanto, pero sí, la verdad es que su estado era para preocuparse,
tenía una paranoia extrema, estaba en viaje constante, y bueno, creí que ya
había cruzado la línea del no retorno. Yo ya había pensado en tratar de limpiarlo
un poco, que tenga un mínimo de conciencia para internarlo”.
Además Rocker nunca
dejó de ser inteligente, siempre supo que su estado emocional y psíquico no
estaba en un buen momento. Sabía mejor que nadie que la fatalidad era solo
cuestión de tiempo. Lo aceptaba con nobleza y grandeza. En un poema que tituló
Blues Inédito habla sobre la locura y un no tan lejano futuro suyo entre
chalecos, frases como “un dulce manicomio está esperando mi alma” o “recetas y
pastillas van a darme cobijo”, para finalizar con un concreto “las venas exigen
demencia”, denotan el estado en el que se encontraba el artista.
Sus seguidores
comenzaron a compararlo con Syd Barret, algunos preocupados por el cariño
sincero que le tenían, otros se lo tomaban a la ligera y hasta deseaban que
ocurriera una tragedia. La gente prefiere mitos, leyendas, a la existencia. Las
redes sociales estallaron cuando se anunció el lanzamiento del primer disco
solista de Rocker.
Dijo un seguidor: “Ya
está gente, lo perdimos, enloqueció”.
Dijo otro: “Una
lástima, tenía talento pero no pudo soportarlo, ya no es lo mismo que antes,
siento mucha pena”.
Dijo otro: “Siempre
fue un falopero, que esperaban, demasiado vivió”.
La frase de Manu Chao,
“Infinita Tristeza”, fue la elegida para el hashtag referencial de Rocker,
desde allí los seguidores le dejaban sus alientos e insultos.
Dijo Lole: “No podía
creer las cosas que eran capaz de escribir algunos, pero bueno, gracias a eso
descubrí que él estaba teniendo una relación con una mina que lo dopaba, así
que la fui a buscar”.
Lole, aun con los ojos
rojos por el llanto, fue en busca de esta mujer.
-¿Vos quien sos? – le preguntó.
-Mi nombre no importa,
Rocker me dice Consuelo, porque dice que es lo que le doy.
-Dejalo tranquilo, no
lo veas más.
-Pero andá a cagar
pendeja.
Afirman los presentes
que Lole sonrió con cierta ironía, se arremangó su buzo y se abalanzó contra
Consuelo hasta deformarle la cara a golpes. Claro, terminó detenida, y los
abogados de Vicky’s Books tardaron en llagar a un acuerdo con la damnificada.
Recuerda: “Estuve tres
días detenida en una celda a pan y agua, incomunicada, y justo cuando con las
compañeras de celda ya teníamos organizado el motín me liberaron. Al menos
sirvió para que Rocker dejara el Zoloft”.
Casi como una
provocación ese primer disco se tituló “Mister Zoloft”. Un disco oscuro, en
tonalidades menores. Si bien era promocionado como un demo, la realidad es que
la gente lo aceptó como disco, y comenzó a exigir la presentación en vivo del
músico.
Dijo Bauer: “Nadie se
animó a decirle a Rocker que el disco era feo. Le decíamos que nos gustaban los
efectos, que estaba buena tal o cual corte, que para ser principiante estaba
bien, pero no tuvimos el valor de decirle flaco, dedicate a otra cosa. Encima los
seguidores aceptaron las canciones al toque, vos ibas a comprar un churrasco y
el carnicero silbaba las melodías de Rocker. Fue una locura”.
Mister Zoloft fue tan
solo el comienzo del viaje.
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