Compartimos el Capítulo número UNO de la novela titulada "El Calvario de la señora Stuart", obra inédita de Braian Bauer que data, inexactamente, del año 1966.
Plegaria Stuart nunca
supo que aquella noche moriría a manos de su propio amante, un poderoso
empresario quien, en el afán de conquistarla, le compró cuanto lujo ella le
exigía; casas, autos, joyas, viajes, y por supuesto, también las instalaciones
de Calvario, un club nudista ubicado en la cima de una colina alejada de la
ciudad.
Lo que Plegaria Stuart
tampoco supo la noche en que fue asesinada, era que resucitaría al día
siguiente, estando rodeada de los cadáveres de sus bailarinas y clientes más
fieles. Tampoco se imaginó que en su habitación ubicada en el tercer piso de la
casona, su amante se encontraría colgado de una soga, dejando que su cuerpo
cayera y se meciera hacia el patio interno del lugar. No pensó que en el
pasillo principal Dulce Cristal estaría en cuclillas, desnuda y bañada en
sangre, lastimada y llorando, y que sus miradas se cruzarían por una milésima
de instantes solo para comunicarse, mediante telepatía tal vez, porque ninguna
mencionó palabra alguna, que el problema real se encontraba en la oficina
principal del club.
La señora Stuart
ingresó allí corriendo, todavía podía oír, a pesar de la desesperación, el
llanto de Dulce, e inclusive tuvo la frialdad para escuchar el cuerpo todavía
tibio de su amante golpear contra la madera de la ventana al moverse por una
fuerte ráfaga de viento que también hizo que algunas puertas se cerraran
bruscamente.
Ingresó, todo
permanecía en penumbras, solo la suave luz del fuego de la chimenea iluminaba
por momentos, según al ánimo del viento que movía las llamas, la fría
habitación. Afuera el alba comenzó a dar señales de vida, pero tan solo una
leve línea de luz llegaba al lugar por las hendiduras de las persianas. El
sillón detrás del escritorio estaba dándole la espalda, y se mecía
imperceptiblemente hacia ambos lados, como si un niño estuviese jugando. Ella
apoyó sus manos sobre el limpio escritorio de algarrobo, y allí vio que sus
brazos estaban bañados en sangre, al igual que el resto de su cuerpo desnudo.
El sillón giró y allí estaba él, bien vestido, sonriendo, con una copa de lo
que supuso sería vino tinto en su mano derecha. Conocía bien ese rostro y un
frío de pánico recorrió su espalda.
-
Condenados
a repetir todos nuestros actos – dijo Ocaso D’Acuario y comenzó a reír a
carcajadas.
Plegaria Stuart no
pudo más que caer de rodillas y comenzar a gritar.
Más info en --> El Fanzine de Vicky
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